Lección 58. Repaso de las lecciones 36 – 40 REFLEXIÓN
Lección 58. Repaso de las lecciones 36 – 40
La Lección 58 de Un Curso de Milagros nos invita a repasar cinco lecciones fundamentales (36-40) que giran en torno a nuestra santidad inherente. El mensaje central es profundamente transformador: nuestra verdadera naturaleza es santa porque somos creaciones de Dios, y esta santidad tiene el poder de transformar nuestra percepción del mundo y sanar todas las ilusiones de separación.
Estas lecciones nos recuerdan que lo que percibimos en el mundo es un reflejo directo de cómo nos percibimos a nosotros mismos. Cuando nos liberamos de la culpa mediante el perdón, comenzamos a vernos como realmente somos: seres inocentes y santos creados por Dios. Esta nueva autopercepción transforma radicalmente nuestra visión del mundo.
La santidad no es algo que debamos alcanzar o merecer; es lo que somos por naturaleza como Hijos de Dios. El obstáculo principal para experimentar esta verdad son nuestras "falsas ideas" o ilusiones acerca de nosotros mismos. Estas ilusiones —basadas en el miedo, la culpa y la separación— se desvanecen cuando reconocemos nuestra verdadera identidad.
Lo más hermoso de este mensaje es que nuestra santidad no solo nos beneficia a nosotros, sino que bendice a todo el mundo. Al reconocer nuestra propia santidad, empezamos a ver la santidad en todos y en todo. Este reconocimiento tiene un poder curativo ilimitado que trasciende todas las barreras que hemos creado en nuestra mente.
Preguntas para reflexionar
1. ¿De qué manera mis percepciones del mundo reflejan los pensamientos que tengo sobre mí mismo?
2. ¿Qué "falsas ideas" sobre mí mismo estoy dispuesto a abandonar hoy para experimentar mi santidad inherente?
3. ¿Cómo cambiaría mi relación con los demás si viera la santidad en ellos en lugar de sus errores?
4. ¿En qué situaciones de mi vida puedo aplicar el poder curativo de mi santidad hoy?
5. ¿Qué significa para mí, en términos prácticos, vivir como un "Hijo de Dios bendito"?
Oración al Espíritu Santo
Espíritu Santo, guía de la verdad, ayúdame a ver más allá de las ilusiones que he creado. Desvanece los velos de la culpa y el miedo que me impiden reconocer mi santidad inherente. Dame la visión para ver el mundo real que se extiende más allá de mis percepciones limitadas. Permíteme compartir la dicha de mi santidad con todos los que encuentre, recordando que somos uno en el amor de Dios. Gracias por recordarme que soy eternamente bendito como Hijo de Dios. Amén.
La Lección 58 nos recuerda que nuestra santidad no es algo que debamos buscar fuera de nosotros, sino reconocer dentro de nosotros. Esta santidad tiene el poder de transformar nuestra percepción del mundo, bendecirnos a nosotros y a todos los demás, sanar todas las ilusiones y ofrecernos salvación completa. Al aceptar que somos Hijos de Dios, aceptamos también que merecemos todo lo bueno que la vida tiene para ofrecer. Este reconocimiento nos libera del miedo y nos permite vivir desde un lugar de paz, amor y gozo infinitos.