El llamado a la verdad y el despertar del corazón

 El llamado a la verdad y el despertar del corazón


El ego construye un mundo de sombras donde la separación parece real, donde el miedo se alza como guía y la culpa pesa sobre la existencia. Sin embargo, más allá de esta ilusión, el amor permanece intacto, inmutable, esperando ser reconocido. No hay distancia entre lo que se es y la plenitud; solo hay un velo de pensamientos que ocultan la verdad.


El amor no se aprende, pues ya habita en el corazón. No hay que buscarlo en el tiempo ni en el esfuerzo, sino permitir que emerja al soltar todo lo que no es real. Cuando la mente deja de aferrarse a la identidad del miedo, el amor se revela como lo único verdadero. No hay necesidad de lucha ni sacrificio, solo de rendición a lo que siempre ha sido.


El camino no es hacia adelante ni hacia afuera, sino hacia adentro. La verdad no está en un futuro lejano ni en un ideal que alcanzar; está aquí, en el presente eterno donde el Ser descansa en perfecta unidad. Lo que parecía perdido nunca se fue. Lo que parecía roto nunca dejó de ser completo. Solo el reconocimiento de esta verdad puede sanar el olvido.


No hay culpa ni condena en el despertar, solo un recuerdo amoroso que disuelve la oscuridad. El error nunca fue real, la separación nunca ocurrió. La paz no es un objetivo a conquistar, sino el estado natural cuando el miedo se disuelve. Todo sufrimiento es un llamado a mirar más allá de la ilusión y recordar que el amor es la única realidad.


No hay nada que hacer, nada que demostrar, nada que corregir. Solo hay que ser, permitir que la vida fluya sin resistencia, confiar en la perfección del instante presente. En esa entrega, todo se ordena, todo se armoniza, todo regresa a su estado original de amor y luz.


No se trata de cambiar el mundo, sino de cambiar la percepción. Ver con los ojos del corazón es reconocer la verdad: el amor nunca

 se ha ido.