Lección 60. Repaso de las lecciones 46 – 50
Lección 60. Repaso de las lecciones 46 – 50
La Lección 60 de Un Curso de Milagros repasa las lecciones 46-50, centradas en la relación entre Dios, perdón y nuestra verdadera naturaleza. Estas enseñanzas nos revelan que el perdón no es algo que hagamos desde nuestra pequeña voluntad, sino un proceso divino en el que participamos para despertar a nuestra realidad espiritual.
Esta lección nos presenta una visión revolucionaria del perdón. Tradicionalmente, pensamos en el perdón como un acto en el que alguien superior "perdona" a alguien inferior por una transgresión real. Sin embargo, UCDM nos muestra que el verdadero perdón surge del reconocimiento de que, en última instancia, no hay nada que perdonar porque somos inocentes por naturaleza.
La paradoja es hermosa: Dios no perdona porque nunca ha condenado, pero es a través del perdón como reconocemos nuestra inocencia inherente. No perdonamos con nuestra fuerza limitada, sino con "la fortaleza de Dios" que se activa en nosotros durante el acto de perdonar.
Este perdón transforma radicalmente nuestra percepción del mundo. En lugar de ver un lugar hostil y atemorizante, comenzamos a reconocer un mundo bendito donde cada persona es "nuestro Amigo más querido". El miedo se disuelve naturalmente cuando vemos con ojos de perdón, porque reconocemos la unidad subyacente que compartimos con toda la creación.
La lección también nos recuerda que la Voz de Dios (el Espíritu Santo) nos habla constantemente, invitándonos a despertar al amor y la verdad. No es una comunicación ocasional o reservada para momentos especiales, sino una presencia constante que "dirige nuestros pensamientos, guía nuestros actos y conduce nuestros pasos".
Finalmente, se nos revela que el Amor de Dios es nuestra única sustancia real, nuestro verdadero sustento. Cuando abrimos los ojos a esta realidad, recordamos nuestra identidad como Hijos de Dios, perfectos e impecables como fuimos creados.
Preguntas para reflexionar
1. ¿De qué manera mi concepto del perdón ha cambiado a través de estas enseñanzas?
2. ¿En qué situaciones actuales podría estar "condenando" y así bloqueando mi capacidad de experimentar la inocencia?
3. ¿Cómo se sentiría vivir en un mundo donde reconozco a cada persona como "mi Amigo más querido"?
4. ¿Qué "voces" compiten con la Voz de Dios en mi mente diariamente? ¿Cómo puedo aprender a distinguir y seguir solo la Voz divina?
5. ¿Qué significaría para mi vida diaria aceptar que "El Amor de Dios es mi sustento"?
Oración al Espíritu Santo
Espíritu Santo, Voz de la Verdad en mí, ayúdame a escuchar tu guía constante en cada momento de este día. Despierta en mí la capacidad de perdonar verdaderamente, reconociendo que el perdón no es algo que yo hago, sino tu Amor actuando a través de mí. Disuelve los velos del miedo que me impiden ver la santidad en cada ser que encuentro. Recuérdame que el Amor de Dios es mi único sustento verdadero y que no necesito buscar nada más. Cuando mi mente se desvíe hacia pensamientos de juicio o temor, guíala suavemente de regreso a la verdad de quién realmente soy: un Hijo de Dios impecable y eternamente amado.
La Lección 60 nos invita a una profunda transformación de conciencia. El perdón, tal como lo enseña Un Curso de Milagros, no es simplemente un acto moral o psicológico, sino un proceso espiritual mediante el cual reconocemos nuestra verdadera naturaleza y la de los demás. No perdonamos por bondad o superioridad, sino porque al perdonar nos liberamos de la ilusión de separación y culpa.
Este perdón no proviene de nuestra fuerza limitada, sino de reconocer la fortaleza de Dios en nosotros. Es un reflejo del Amor divino en la tierra y nos acerca al Cielo. Al perdonar, comenzamos a ver un mundo transformado donde el miedo no tiene lugar y donde reconocemos a cada persona como parte de nosotros mismos.
La Voz de Dios nos guía constantemente hacia esta visión de unidad y amor, recordándonos nuestra impecabilidad. Cuando abrimos nuestros corazones a esta guía, el Amor de Dios se convierte en nuestro sustento, iluminando nuestro camino y recordándonos nuestra identidad eterna como Sus Hijos perfectos. En esta realización descansa la paz perfecta que todos anhelamos.