Lección 66. Mi función y mi felicidad son una

 Lección 66. Mi función y mi felicidad son una

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El gran misterio de la vida espiritual muchas veces se encuentra en las verdades más simples. Al descubrir que nuestra función y nuestra felicidad son una misma realidad, nos enfrentamos a una revelación transformadora que desafía la lógica fragmentada del mundo. No buscamos la felicidad para luego cumplir nuestra misión, ni cumplimos nuestra misión esperando que la felicidad llegue después. La profunda enseñanza nos muestra que ambas son manifestaciones distintas de una misma verdad: cuando vivimos nuestra función divina, experimentamos la felicidad que Dios nos ha destinado.


Esta comprensión nos libera de la constante batalla que el ego mantiene con el Espíritu Santo. El ego nos presenta opciones falsas, caminos ilusorios que prometen felicidad pero conducen al vacío. Nos seduce con definiciones limitadas de lo que debemos hacer y ser, mientras que el Espíritu Santo permanece en silencio, conocedor de nuestra verdadera naturaleza. El camino de la verdad no requiere argumentos ni defensas; simplemente nos invita a reconocer lo que ya existe en nosotros: la función que Dios nos ha dado, que es en sí misma nuestra felicidad plena.


La sencillez de esta verdad es desconcertante para la mente acostumbrada a la complejidad. Si Dios solo da felicidad y Él nos ha dado nuestra función, entonces nuestra función solo puede ser felicidad. Este razonamiento lógico nos confronta con nuestras creencias sobre Dios, sobre nosotros mismos y sobre el propósito de nuestra vida. Nos invita a examinar con honestidad los resultados de seguir al ego y a preguntarnos si alguna vez sus caminos nos han llevado a la verdadera paz.


Oración al Espíritu Santo


Espíritu de Verdad, ilumina mi mente para reconocer la unidad entre mi función divina y mi felicidad. Disipa las nieblas de la confusión que me hacen creer que debo elegir entre servir a Dios y ser feliz. Revélame que en cada momento en que acepto mi verdadera función, estoy experimentando la felicidad que Dios ha dispuesto para mí.


Guíame más allá de las ilusiones del ego que me presentan falsos caminos hacia una felicidad pasajera. Ayúdame a escuchar tu voz en el silencio de mi corazón, reconociendo que Tú ya sabes quién soy y cuál es mi propósito. Permite que hoy pueda dar un paso gigantesco hacia la percepción de la verdad unificada que me libera de la división interior.


Preguntas para la reflexión

1. ¿De qué maneras he separado en mi mente el concepto de "función" del de "felicidad"?

2. ¿Qué "funciones" me ha asignado el ego que nunca me han traído verdadera paz?

3. ¿Puedo recordar momentos en que sentí que mi función y mi felicidad eran lo mismo?

4. ¿Qué resistencias encuentro ante la idea de que Dios solo me da felicidad?

5. ¿Cómo cambiaría mi vida si aceptara plenamente que mi función y mi felicidad son una?


Cómo meditar con estas preguntas

Para meditar con estas preguntas, busca un espacio tranquilo donde puedas sentarte cómodamente sin distracciones durante 15-20 minutos. Comienza con unas respiraciones profundas para calmar la mente. Lee una pregunta lentamente y permítela resonar en tu interior sin buscar respuestas inmediatas.

Observa las sensaciones, emociones o recuerdos que surgen. No juzgues estas respuestas; simplemente obsérvalas con compasión. Permanece con cada pregunta el tiempo que sientas necesario. Si la mente divaga, gentilmente regresa tu atención a la pregunta. Lo importante no es llegar a conclusiones definitivas sino abrir un espacio para que la verdad se revele naturalmente en ti.

Al finalizar, anota tus insights más significativos en un diario. Esto te ayudará a integrar la comprensión en tu vida diaria.


Puntos a considerar


- La batalla entre el ego y el Espíritu Santo no es real porque el Espíritu Santo no ataca; simplemente conoce la verdad.

- Toda función que nos cause sufrimiento o separación no puede venir de Dios.

- Nuestras decisiones siempre se reducen a elegir entre dos guías: el ego, que engendra miedo, o el Espíritu Santo, que ofrece amor.

- La honestidad sobre los resultados de seguir al ego es esencial para nuestro despertar espiritual.

- La práctica constante de recordar la unidad entre función y felicidad transforma nuestra percepción del mundo.


El camino hacia la paz interior no consiste en encontrar la función perfecta que eventualmente nos hará felices, sino en reconocer que nuestra verdadera función y nuestra felicidad son una misma realidad divina. Esta comprensión no llega a través de complejos análisis intelectuales, sino mediante la disposición a cuestionar nuestras premisas fundamentales sobre Dios, sobre nosotros mismos y sobre el propósito de nuestra existencia.

A medida que practicamos esta lección, vamos disolviendo las barreras artificiales que hemos creado entre lo que hacemos y lo que somos. Aprendemos a distinguir entre las ilusiones del ego y la verdad del Espíritu Santo. Cada vez que repetimos "Mi función y mi felicidad son una porque Dios me dio las dos", plantamos una semilla de verdad que gradualmente transformará nuestra percepción, permitiéndonos ver más allá de las apariencias y reconocer la unidad esencial de toda la creación.