Lección 67. El Amor me creó a semejanza de sí mismo.
Lección 67. El Amor me creó a semejanza de sí mismo.
La verdad sobre nuestra identidad es quizás el descubrimiento más transformador en el camino espiritual. Cuando nos detenemos a contemplar que "El Amor me creó a semejanza de sí mismo", estamos reconociendo nuestra naturaleza más profunda. Esta afirmación no es un simple pensamiento positivo o una aspiración lejana, sino una declaración precisa de lo que somos en esencia. Más allá de nuestras limitaciones aparentes, de nuestros errores y de nuestras confusiones, existe una realidad inmutable en nosotros que comparte la naturaleza misma del Amor que nos creó.
Esta comprensión revoluciona nuestra forma de vernos a nosotros mismos y a los demás. Si fuimos creados por el Amor a semejanza de sí mismo, entonces nuestros atributos verdaderos son los mismos que los de nuestra Fuente. La santidad, la bondad, la asistencia, la perfección no son cualidades que debamos desarrollar o alcanzar, sino aspectos inherentes de nuestro ser que simplemente hemos olvidado reconocer. El trabajo espiritual consiste en recordar esta verdad, permitiendo que reemplace las falsas imágenes que hemos construido sobre nosotros mismos.
Cuando comenzamos a identificarnos con esta realidad, entendemos por qué somos la luz del mundo y por qué tenemos la capacidad de ayudar a otros a despertar. No es por mérito personal ni por algún don especial, sino porque al reconocer nuestra verdadera naturaleza, permitimos que otros vean la suya. Así, nuestra simple presencia consciente se convierte en una invitación para que los demás recuerden quiénes son realmente, más allá de las limitaciones que han aceptado como definitorias de su identidad.
Oración al Espíritu Santo
Espíritu de Verdad, te invito a iluminar mi mente para que pueda reconocer mi verdadera naturaleza como creación del Amor. Disipa los velos de las falsas imágenes que he construido sobre mí mismo y guíame hacia ese espacio en mi mente donde la verdad de mi ser permanece intacta e inmutable. Ayúdame a escuchar más allá de la voz pequeña y solitaria del ego, para reconocer la Voz de Dios que me recuerda constantemente quién soy realmente.
Permite que hoy, aunque sea por un instante, pueda experimentar la luz resplandeciente de mi verdadero Ser, reconociéndome tal como el Amor me creó. Y que este reconocimiento no quede solo en mí, sino que se extienda a cada persona que encuentre, viendo en ellos la misma luz divina que comparto, pues todos fuimos creados por el mismo Amor a semejanza de sí mismo.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Cuáles son las falsas imágenes que he construido sobre mí mismo que contradicen la verdad de que fui creado por el Amor?
2. ¿Cómo cambiaría mi relación conmigo mismo si realmente aceptara que la Bondad me creó bondadoso, la Santidad me creó santo y la Perfección me creó perfecto?
3. ¿En qué momentos he experimentado destellos de esta verdad sobre mí mismo? ¿Cómo me sentí en esos momentos?
4. ¿De qué manera mi manera de ver a los demás refleja cómo me veo a mí mismo?
5. ¿Qué resistencias encuentro cuando intento aceptar que el Amor me creó a su semejanza?
Cómo meditar con estas preguntas
Para profundizar en estas preguntas a través de la meditación, busca un lugar tranquilo donde no seas interrumpido durante al menos 20 minutos. Siéntate cómodamente con la columna erguida y comienza con varias respiraciones profundas para calmar la mente.
Elige una de las preguntas y léela lentamente, permitiendo que resuene en tu interior. No busques responder intelectualmente, sino más bien deja que la pregunta se sumerja en las profundidades de tu ser. Observa qué sensaciones, emociones o pensamientos emergen naturalmente.
Si te distraes, simplemente repite la afirmación "El Amor me creó a semejanza de sí mismo" para volver a centrarte. Permanece abierto y receptivo, como si estuvieras escuchando una respuesta que viene de un lugar más profundo que tus pensamientos habituales.
Al finalizar, dedica unos momentos a agradecer por la comprensión recibida, incluso si parece sutil o parcial. Recuerda que este es un proceso gradual de despertar a nuestra verdadera naturaleza.
Puntos a considerar
- La definición que tenemos de nosotros mismos está íntimamente relacionada con nuestra definición de Dios o la Fuente que nos creó.
- Nuestra verdadera naturaleza es inmutable; no puede ser dañada, disminuida o alterada por experiencias o pensamientos.
- Las cualidades divinas no son algo que debamos alcanzar o desarrollar, sino atributos inherentes que debemos recordar y reconocer.
- La práctica constante de recordar nuestra verdadera identidad es necesaria para contrarrestar los hábitos mentales que refuerzan falsas imágenes.
- El reconocimiento de nuestra verdadera naturaleza es simultáneamente personal y universal; al reconocerla en nosotros, la vemos también en los demás.
El reconocimiento de que "El Amor me creó a semejanza de sí mismo" no es un ejercicio de autoafirmación positiva, sino un despertar a la verdad fundamental sobre nuestra identidad. Esta comprensión transforma no solo cómo nos vemos a nosotros mismos, sino también cómo percibimos el mundo entero. Al recordar nuestra verdadera naturaleza, comenzamos a ver más allá de las apariencias y a reconocer la misma luz divina en todos los seres.
Este despertar no ocurre de una vez por todas, sino que se despliega gradualmente a medida que estamos dispuestos a cuestionar nuestras limitadas definiciones de nosotros mismos y a abrirnos a una visión más amplia y verdadera. Cada vez que nos recordamos "El Amor me creó a semejanza de sí mismo", creamos un espacio para que la verdad reemplace las ilusiones, para que la luz disipe la oscuridad, y para que el amor sane toda percepción de separación.