Lección 70. Mi salvación procede de mí.
Lección 70. Mi salvación procede de mí.
La lección 70 de Un Curso de Milagros nos presenta una poderosa verdad: la salvación no es algo externo que debemos buscar, sino un estado interior que ya existe dentro de nosotros. Esta idea contradice directamente nuestra tendencia a buscar satisfacción, paz y felicidad en el mundo exterior. Durante gran parte de nuestras vidas, hemos sido condicionados a creer que la solución a nuestros problemas se encuentra fuera de nosotros: en relaciones, posesiones, logros o circunstancias específicas. Sin embargo, esta lección nos invita a reconocer que tanto la culpabilidad como la salvación residen en el mismo lugar: nuestra mente.
Esta enseñanza nos coloca "a cargo del universo", una responsabilidad que puede parecer abrumadora al principio. Significa aceptar que nada externo puede dañarnos realmente ni tampoco salvarnos. Esta perspectiva nos libera del ciclo interminable de buscar soluciones temporales en el mundo, solo para encontrarnos nuevamente insatisfechos y buscando la próxima "solución". Al reconocer que la salvación procede de nosotros mismos, comenzamos a dirigir nuestra atención hacia adentro, donde la verdadera curación puede ocurrir.
Es fascinante observar cómo hemos intentado separar la curación de la enfermedad, cuando en realidad están intrínsecamente conectadas. La lección señala que Dios ha colocado el remedio exactamente donde se encuentra la enfermedad: en nuestra mente. Sin embargo, nosotros hemos resistido esta verdad, intentando encontrar soluciones elaboradas y complicadas que mantienen la enfermedad intacta mientras fingimos buscar la curación. Este patrón de autoengaño solo perpetúa nuestro sufrimiento.
La idea de que "la Voluntad de Dios y la nuestra coinciden completamente" nos recuerda que, en nuestro estado natural, no deseamos estar enfermos o sufrir. Nuestra resistencia a la curación no proviene de nuestro verdadero ser, sino de un falso sentido de identidad construido sobre el miedo y la separación. La lección nos invita a reconocer esta alineación fundamental con la Voluntad divina, permitiéndonos soltar las falsas creencias que hemos mantenido sobre quiénes somos y lo que realmente queremos.
El camino hacia la salvación no se encuentra en los "tapices de nubes" de nuestras ilusiones, sino en la luz que está más allá de ellas. La lección nos anima a atravesar estas nubes—nuestros pensamientos, creencias y percepciones limitantes—para llegar a la verdad que yace en nuestro interior. Este proceso requiere voluntad y práctica consistente, pero la recompensa es inmensa: descubrir que la salvación que tanto hemos buscado ha estado dentro de nosotros todo el tiempo, esperando a ser reconocida.
La lección "Mi salvación procede de mí" nos invita a un cambio radical de perspectiva: dejar de buscar soluciones externas a problemas internos. Cuando aceptamos esta verdad, comenzamos a reclamar nuestro poder y responsabilidad sobre nuestra experiencia. Este cambio no solo nos beneficia individualmente sino que contribuye a la salvación colectiva, pues al sanar nuestra mente, participamos en la sanación del mundo.
Pregunta de reflexión y cómo trabajar en ella
¿Qué áreas de mi vida sigo creyendo que necesitan una solución externa, y cómo puedo reconocer que la verdadera solución reside en mi interior?
Para trabajar con esta pregunta:
1. Escritura: Dedica tiempo a escribir en un diario sobre las situaciones específicas donde esperas que algo o alguien externo te brinde paz, seguridad o felicidad. Observa patrones recurrentes sin juzgarte.
2. Meditación: Siéntate en silencio durante 10-15 minutos diarios, observando tus pensamientos sobre estas situaciones. Cuando notes que tu mente se dirige hacia soluciones externas, recuerda suavemente: "Mi salvación procede de mí".
3. Oración: Desarrolla una oración personal que te ayude a recordar esta verdad. Podría ser algo como: "Reconozco que la paz que busco ya está dentro de mí. Me abro a la sabiduría interior que siempre ha estado presente".
Al practicar conscientemente la idea de que nuestra salvación procede de nosotros mismos, comenzamos a experimentar una libertad profunda. Ya no dependemos de circunstancias externas para sentirnos completos o en paz. Este cambio de perspectiva nos permite vivir desde un lugar de poder auténtico, reconociendo que somos los creadores de nuestra experiencia, no sus víctimas. Poco a poco, esta comprensión transforma no solo nuestra vida individual sino nuestra contribución al despertar colectivo de la humanidad.