Lección 72. Abrigar resentimientos es un ataque contra el plan de Dios para la salvación
Lección 72. Abrigar resentimientos es un ataque contra el plan de Dios para la salvación

El resentimiento es quizás una de las cadenas más sutiles pero poderosas que nos atan a la percepción del cuerpo como nuestra identidad. Cuando guardamos rencor contra alguien, estamos esencialmente confundiendo a esa persona con su cuerpo y sus acciones, negando completamente su verdadera esencia espiritual. Este acto aparentemente simple constituye un ataque directo al plan divino, pues afirma implícitamente que somos cuerpos separados y no mentes unidas en Dios. Cada vez que juzgamos a alguien por lo que "hace" en lugar de reconocer lo que "es", fortalecemos la ilusión de separación que el ego desea perpetuar.
Lo más revelador de esta lección es cómo el resentimiento no solo ataca a nuestros hermanos, sino que implícitamente ataca a Dios mismo. Si insistimos en que nuestros hermanos son meramente cuerpos, ¿qué dice esto sobre nuestro Creador? La lógica implacable de esta creencia nos llevaría a concluir que Dios también debe ser un cuerpo, limitado y mortal. Y si el Creador es un cuerpo, entonces Su plan para nosotros solo puede culminar en muerte, no en salvación eterna. Así, cada resentimiento que albergamos reafirma subliminalmente que Dios es un mentiroso que promete vida pero entrega muerte.
El ego astutamente invierte toda la situación. Nos presenta un mundo donde Dios es el enemigo que nos ha confinado a un cuerpo vulnerable, mientras que el ego se presenta como el salvador que nos anima a exprimir el máximo placer posible de nuestra existencia corporal antes del inevitable final. Esta inversión es tan profunda que, ya sea que odiemos nuestro cuerpo o lo adoremos, seguimos reforzando la creencia central de que somos un cuerpo y no una mente eterna creada a semejanza de Dios.
La verdadera liberación comienza cuando reconocemos que hemos estado viendo todo al revés. No somos un cuerpo que contiene eventualmente algo de verdad espiritual; somos seres espirituales para quienes el cuerpo es simplemente una herramienta temporal de comunicación. La luz de la verdad no está fuera esperando ser descubierta; está dentro, esperando ser reconocida. Estar sin cuerpo no es la muerte que tememos, sino nuestro estado natural de plenitud espiritual.
Para encontrar la verdadera salvación, debemos suspender nuestros juicios y preconcepciones, y preguntar directamente a Dios: "¿Qué es la salvación, Padre?". Esta simple pregunta, hecha con humildad y disposición a escuchar, tiene el poder de deshacer años de falso aprendizaje. Hemos estado gritando nuestros resentimientos tan fuertemente que nos hemos vuelto sordos a la suave voz de la verdad dentro de nosotros.
La práctica de esta lección nos invita a cambiar el ataque por aceptación, a abandonar los gritos del ego por el silencio receptivo donde la voz de Dios puede ser escuchada. Solo cuando dejemos de definir la salvación según nuestros términos y estemos dispuestos a entenderla según los términos de Dios, podremos experimentar la paz que viene de saber que el plan para nuestra salvación ya está completo en nosotros.
El camino hacia la paz no está en cambiar el mundo exterior ni en modificar los cuerpos, sino en cambiar nuestra percepción fundamental de quiénes somos. Cuando renunciamos a los resentimientos y aceptamos el plan de Dios para la salvación, comenzamos a experimentar la libertad de reconocernos como seres espirituales eternos, trascendiendo las limitaciones aparentes del cuerpo y del mundo físico.
Oración a Dios
Padre Celestial, ayúdame a soltar los resentimientos que he estado abrigando, reconociendo que cada uno de ellos es un ataque contra Tu plan divino para mi salvación; muéstrame cómo ver más allá de los cuerpos para reconocer la luz de la verdad que reside en cada uno de Tus hijos, incluyéndome a mí mismo.