Lección 73. Mi voluntad es que haya luz.

 Lección 73. Mi voluntad es que haya luz.


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La lección de hoy revela una verdad transformadora: nuestra voluntad auténtica está perfectamente alineada con la Voluntad de Dios. Cuando experimentamos sufrimiento, oscuridad o conflicto, no estamos viviendo desde nuestra verdadera voluntad, sino desde los deseos vanos del ego que fabrican un mundo de ilusiones donde el resentimiento parece justificado. Estos deseos aparentemente tienen poder porque creemos en el mundo que generan, pero desde la perspectiva de la creación real, son estériles y no producen nada verdadero.


El mecanismo por el cual construimos este mundo ilusorio es fascinante. Los deseos del ego lo crean, y los resentimientos lo mantienen poblado de figuras amenazantes que parecen justificar nuestros juicios. Estas figuras actúan como intermediarios en el tráfico de resentimientos, impidiéndonos ver la realidad de nuestros hermanos y de nosotros mismos. En este intercambio constante, donde la culpabilidad se trueca una y otra vez, perdemos contacto con nuestra voluntad genuina que siempre elige la luz.


La luz que buscamos no está fuera sino dentro de nosotros. Nuestras percepciones del mundo son un reflejo de nuestro estado interior. Los resentimientos oscurecen nuestra mente y, consecuentemente, vemos un mundo sombrío. El perdón, por el contrario, disipa esas tinieblas, reafirma nuestra verdadera voluntad y nos permite contemplar un mundo iluminado. La barrera de los resentimientos es simplemente una elección que podemos deshacer preguntándonos honestamente: ¿Realmente quiero estar en el infierno? ¿Deseo genuinamente sufrir y morir?


La respuesta es evidente. El sufrimiento no es felicidad, y la felicidad es lo que realmente deseamos. Nuestra voluntad auténtica siempre elige la salvación, la libertad de recordar quiénes somos verdaderamente. El ego puede parecer poderoso, pero es impotente ante nuestra voluntad libre cuando reconocemos que compartimos la Voluntad de Dios. No existe ningún poder extraño que nos imponga algo contra nuestra voluntad; el plan de Dios para la salvación es el único propósito con el que nosotros y nuestro Padre estamos perfectamente de acuerdo.


La práctica de hoy nos invita a afirmar: "Mi voluntad es que haya luz". Al declarar esto con determinación serena y certeza tranquila, unimos nuestra voluntad al poder de Dios y a nuestro Ser verdadero. Cada vez que nos sentimos tentados por el resentimiento, repetir esta simple frase nos ayuda a soltar la oscuridad en lugar de seguir ocultándola. De este modo, paso a paso, reinstauramos la luz en nuestra conciencia y nos emancipamos del infierno de los deseos vanos.

El reconocimiento de que nuestra voluntad está unida a la de Dios nos libera de la tiranía del ego. Cuando afirmamos "Mi voluntad es que haya luz", no estamos imponiendo un deseo personal sino alineándonos con nuestra naturaleza esencial. La oscuridad nunca ha sido nuestra voluntad real, aunque por mucho tiempo hayamos creído lo contrario. Hoy elegimos conscientemente la luz y, con esta elección, abrimos el camino para que el esplendor del Cielo se refleje en nuestra vida.


Oración a Dios


Padre Divino, reconozco que mi voluntad y la Tuya son una misma. Permíteme ver la luz que mora en mí, disipando toda oscuridad nacida del resentimiento. Guíame para que cada elección que haga refleje nuestra voluntad compartida de amor, paz y creación verdadera.