lección 84

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Reflexión sobre la Identidad Divina y el Amor


La lección presentada nos invita a una profunda exploración de nuestra verdadera naturaleza, trascendiendo las limitaciones que hemos construido sobre nosotros mismos. El concepto central es radical y transformador: fuimos creados a semejanza del Amor, lo que significa que nuestra esencia está más allá de cualquier sufrimiento, pérdida o muerte.


Reconocer que "no soy un cuerpo" implica un salto cuántico en la percepción de nuestra existencia. No se trata de una negación física, sino de una afirmación de nuestra naturaleza espiritual que trasciende las limitaciones materiales. Somos seres de luz temporalmente experimentando una forma corporal, pero nuestra verdadera identidad es infinitamente más vasta y profunda.


La invitación a no adorar ídolos ni exaltar conceptos limitados de nosotros mismos es un llamado a soltar las máscaras y proyecciones que hemos construido. Estos "ídolos" son las historias que nos hemos contado, los miedos que nos han definido, las heridas que hemos permitido que configuren nuestra identidad. La verdadera liberación viene de recordar nuestra naturaleza divina.


El resentimiento aparece como el antítesis del amor, un mecanismo de defensa que nos aleja de nuestra verdadera esencia. Cuando guardamos rencores, estamos literalmente atacando nuestro ser más profundo, oscureciendo la luz que somos. Cada resentimiento es un velo que nos impide ver nuestra verdadera naturaleza.


La decisión de no atacarnos a nosotros mismos es un acto de profunda sanación. Implica comprender que cada juicio, cada herida, cada fragmentación es solo una ilusión temporal que podemos elegir soltar. Nuestra realidad es mucho más grande que cualquier conflicto o drama personal.


Reconocer que fuimos creados a semejanza del Amor significa aceptar que nuestra naturaleza fundamental es de paz, plenitud y conexión. No es algo que debamos conseguir, sino algo que ya somos y simplemente necesitamos recordar. Es un estado de ser que trasciende las condiciones externas.


La práctica propuesta no es un ejercicio mental abstracto, sino una invitación a experimentar nuestra verdadera identidad en cada momento. Cada vez que elegimos ver más allá de las apariencias, cada vez que soltamos un juicio o un resentimiento, estamos permitiendo que nuestra luz natural resplandezca.


En última instancia, esta enseñanza nos recuerda que no estamos aquí para luchar o sufrir, sino para recordar y expresar el Amor que somos. Es una invitación a soltar las limitaciones, a desprendernos de los conceptos erróneos sobre nosotros mismos y a permitir que nuestra verdadera naturaleza se manifieste en toda su plenitud y gloria.