Lección 107. La verdad corregirá todos los errores de mi mente.

 Lección 107. La verdad corregirá todos los errores de mi mente.


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# La Verdad que Disuelve las Ilusiones: Reflexión sobre la Lección 107


En la esencia de esta lección se revela un principio fundamental del Curso de Milagros: solo la verdad tiene el poder de disolver lo falso. No se trata de una verdad conceptual o intelectual, sino de la Verdad con mayúscula, aquella realidad primordial de la que todos procedemos y a la que inevitablemente regresaremos.


Cuando contemplamos profundamente el primer párrafo, vemos una descripción extraordinaria del proceso de sanación espiritual. Los errores —esas ilusiones aún no reconocidas— simplemente se disuelven ante la presencia de la verdad. No hay lucha, no hay esfuerzo; solo el reconocimiento de lo que ya es. Como la oscuridad que no puede resistir la presencia de la luz, nuestras ilusiones no pueden coexistir con la verdad una vez que ésta es plenamente reconocida.


La lección nos invita a un ejercicio de imaginación trascendental: evocar un estado mental sin ilusiones. Para ayudarnos en esta difícil tarea, nos pide recordar momentos de perfecta paz, quizás solo instantes fugaces en los que nos sentimos completamente amados y seguros. Esos momentos son destellos de nuestra verdadera naturaleza, ventanas a lo eterno que se abren brevemente en el mundo del tiempo.


Lo que hace esta lección particularmente poderosa es su insistencia en la inmutabilidad de la verdad. En un mundo donde todo parece cambiar constantemente, donde las emociones, las relaciones y las circunstancias fluctúan, la verdad permanece "exactamente como siempre fue". Esta cualidad de permanencia ofrece un ancla en medio de las tormentas de la experiencia humana.


El quinto párrafo revela otro aspecto esencial: la verdad trae consigo "el don de la perfecta constancia" y "un amor que no se arredra ante el dolor". Aquí se nos presenta una visión del amor que trasciende las definiciones convencionales. No es un amor condicional que huye ante el sufrimiento, sino uno que mira más allá, reconociendo la naturaleza ilusoria del dolor mismo.


Una de las afirmaciones más liberadoras de esta lección es que "no fuiste creado para sufrir y morir". Cuánto del sufrimiento humano proviene precisamente de la creencia contraria: que el dolor es inevitable, que la muerte es nuestro destino final. El Curso nos invita a cuestionar estas premisas fundamentales, a reconocerlas como parte de los "sueños" que la Voluntad del Padre dispone que desaparezcan.


En el octavo párrafo encontramos una redefinición radical de nuestra identidad: "Tú no estás hecho de carne, sangre y huesos, sino que fuiste creado por el mismo Pensamiento que le concedió a Él el don de la vida". Esta es quizás la más profunda corrección que la verdad puede hacer en nuestra mente: recordarnos que somos seres espirituales teniendo una experiencia temporal, no seres materiales buscando una experiencia espiritual.


La práctica sugerida en esta lección no es complicada, pero es profundamente transformadora. Al afirmar "La verdad corregirá todos los errores de mi mente", estamos abriendo nuestra conciencia a una realidad mayor que nuestras percepciones limitadas. No estamos luchando contra nuestros errores o tratando de cambiarlos por fuerza de voluntad; simplemente estamos permitiendo que algo más real los disuelva.


Finalmente, la lección nos recuerda nuestra función compartida: cada vez que permitimos que la verdad corrija nuestra mente, contribuimos a la corrección del mundo entero. Nuestro trabajo interior nunca es solo personal; es parte de la gran sanación que el Curso describe como el despertar colectivo del Hijo de Dios.


En esta lección se nos invita a descansar en una certeza profunda: no necesitamos crear la verdad, defenderla o buscarla fuera de nosotros. Solo necesitamos reconocer que ya está aquí, "claramente accesible", esperando pacientemente a que dejemos de lado las ilusiones que hemos preferido en su lugar.