Lección 99. La salvación es mi única función aquí.
Lección 99. La salvación es mi única función aquí.
# Reflexiones espirituales sobre la Lección 99
Esta lección nos sumerge en un concepto profundamente transformador: identificar la salvación como nuestra única función verdadera. Voy a explorar las ideas centrales y ofrecer una reflexión para ayudar a comprenderlas mejor.
## La paradoja de la salvación
La lección comienza planteando algo fascinante: tanto la salvación como el perdón implican una aparente contradicción. Ambos sugieren que algo "anda mal" y necesita corrección, pero a la vez señalan que este "problema" es fundamentalmente ilusorio - algo que "nunca podría ser" pero que "aparentemente ha ocurrido".
Esta paradoja refleja la visión del Curso sobre nuestra realidad: vivimos en un estado de aparente separación de nuestra verdadera naturaleza, pero esta separación nunca ocurrió realmente en el plano más profundo.
## La función de la salvación como puente
La salvación no es exactamente la verdad última, sino más bien un puente que nos permite transitar desde la ilusión hacia la verdad. Como señala la lección: "Refleja la verdad porque es el medio a través del cual puedes escaparte de las ilusiones. No obstante, no es la verdad porque cancela lo que nunca ocurrió."
En este sentido, la salvación opera como un traductor entre dos lenguajes aparentemente incompatibles: el de la ilusión (donde nos experimentamos como separados) y el de la verdad (donde somos eternamente uno con la fuente).
## La respuesta divina a la ilusión
¿Cómo responde lo eterno a lo temporal? ¿Cómo aborda la verdad a la ilusión? La lección nos ofrece una perspectiva conmovedora: El Espíritu Santo mantiene un plan que "pasa por alto lo que nunca ocurrió y olvida los pecados que nunca fueron reales".
Esta respuesta divina no ataca nuestras ilusiones ni las juzga, sino que simplemente las contempla "impasiblemente" mientras sostiene la verdad inmutable: "Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad."
## Nuestra única función verdadera
La lección nos invita a reconocer que nuestra única función auténtica es participar en este plan de salvación. No se trata de algo que debamos lograr por nosotros mismos, sino de una colaboración con "Aquel a Quien se le confió el plan" (el Espíritu Santo).
Esta función no requiere esfuerzos heroicos ni sacrificios, sino simplemente estar dispuestos a "dejar pasar la luz" y permitir que ilumine los rincones oscuros de nuestra mente donde guardamos pensamientos de separación.
## Poderosas afirmaciones de verdad
La lección nos ofrece dos afirmaciones profundamente liberadoras:
*"La salvación es mi única función aquí."*
*"Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad."*
Estas palabras encierran un poder transformador cuando las acogemos plenamente. Nos recuerdan que no estamos aquí para cumplir los innumerables propósitos que el mundo nos asigna, sino para reconocer nuestra verdadera naturaleza y permitir que esta luz se extienda naturalmente.
## El perdón como camino
En esta lección, el perdón se revela como idéntico a la salvación. Perdonar significa renunciar a la creencia en la realidad de los "errores" y reconocer que lo que percibimos como ofensas, separación o dolor nunca formó parte de la Voluntad divina.
Este perdón comienza con nosotros mismos: "Perdónate a ti mismo el pensamiento de que eso fue lo que Él deseó para ti."
## Reflexión final: Un llamado a la unidad
La lección concluye con un poderoso recordatorio: "La única función que tienes te dice que eres uno." Esta afirmación nos invita a reconocer que todas nuestras aparentes funciones separadas están unificadas en una sola: recordar y expresar nuestra naturaleza esencial como extensiones del Amor divino.
En un mundo que nos empuja hacia la fragmentación, competencia y especialización, esta lección nos recuerda que nuestra verdadera función trasciende todos los roles temporales y nos unifica en un propósito compartido de despertar a nuestra realidad más profunda.
La práctica diaria de recordar "La salvación es mi única función aquí" puede servir como un faro que nos orienta hacia esta verdad, permitiéndonos soltar gradualmente las múltiples identidades y preocupaciones que nos distraen de nuestro propósito esencial.